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domingo, 15 de febrero de 2009

Bajo la oscuridad de la desesperación.

Espero que les guste :)



Bajo la oscuridad de la desesperación.



Los días corren uno detrás del otro. De la mano, de los pies. De la nuca. Mis intentos por encontrarte se desvanecen en la tristesa de las palomas con hambre. Éllas saben donde estas. Si pudieran decirmelo, no lo dudarían. Saben tambien que tengo pan en un bolsillo. Saben que puedo cambiarselo por información. Para encontrarte, para dejar de buscarte. Para vivir tranquilamente. Una paloma se apoya en una de mis rodillas, en la más sana que tengo. Quizás la palomita sabia eso. Parecen inteligentes.
Sus esfuerzos por encontrar comida no cesan. Cuando muchos de nosotros dejamos objetivos, ideales, ganas y hasta la vida, por miedos. Lo dudo en ellas. Pobres, tanto para decir, tanto para pedir, pero tan pocas oportunidades tienen ellas, como las que tengo yo, en este mismo instante. La paloma sube por mi brazo derecho, lo dejo quieto, inmovil. Sube de a poco, quizas con miedo, quizas con tristeza. Quizas solo por amabilidad, no lo se. La gente pasa por la calle, comunicandose con seres queridos y no queridos por celular. Yo, ser querido o no, nadie me escucha, nadie me contesta, obviamente porque nadie me escucha. La paloma llegó al hombro. Su diminuto pico golpea mi cuello. Escucho algo asi como un: –Tengo hambre. Lo sentí como un sonido que llegó a mi cerebro, pero no paso por mis oidos. Fue algo extraño. Un encogimiento de hombros mío produce el roce de mi cabeza en la paloma. Sentí un sonido en el ambiente: –Tengo pan en el bolsillo. Salió de mi, pero no pasó por mi boca. Estoy seguro que llegó hacia el cerebro de la pequeña paloma y que tampoco, al igual que a mi, no le paso por sus oidos. ¿Tienen oidos las palomas? No lo sé. Como tampoco sé donde estas. –Yo lo sé. Dame pan. Llega repentinamente a mi cerebro. Saco un pan viejo que tengo en mi bolsillo izquierdo. Ya esta verde, casi la mitad de éste esta así. Si yo lo como no veo porque la paloma no lo puede hacer también. Muchos días estan pasando, todavía no te encuentro. Mi vida cambió repentinamente, no soy quien era hace varios meses. Espero que no te este sucediendo lo mismo. Espero que todo esto sea una equivocación. Que te encuentre recostada donde solías leer toda la tarde, allí donde nuestros corazones se juntaban al anochecer y el mundo se detenía, frenaba, se inmovilizaba y era testigo de nuestros sentimientos. Cuánto pasó de aquel entonces. Quizás mucho para algunos, quizás poco para otros. Quienes deberian estar buscandote son del primer grupo. Piensan que paso mucho tiempo, que ya nada vale la pena, que todo terminó, que lo supere y deje tu vida en manos de la suerte si no quiero tener el mismo destino. ¿De qué mismo destino me hablan? No lo saben, pero desistieron igual. Yo lo sabré, hasta no enterarme no volveré a vivir, si no morire. Todavía no le doy el pan a la paloma. Que desastre, pobre paloma. Quizás esta paloma sabe donde estas y yo aquí, haciendola esperar. –Tomá, le dije. –Si queres más, avisame. La paloma no me recibia el pan. Lo miraba y luego me miraba a mi. Como si el hambre que se le notaba en su carita hubiese desaparecido con solo mirar el pan en mis manos. –Comelo vos, me dijo. Yo pregunto: –¿No tenes hambre? Vamos, necesito tu ayuda. Solo me mira, mi mano ya está alejada. Tengo mucho hambre. Este pan lo guardaba, por cualquier necesidad futura. –Comelo, yo estoy llena. Donde vivo hay mucha comida. No te preocupes, ya lo hiciste demasiado. Tu vida, eso es importante. Mantente firme ante cualquier problema, no te desgastes frente a situaciónes que simulen estar lejos del alcance de tus manos. Si lo quieres lo podrás. Todas estas palabras me llegan de la misma forma que me llegaron las anteriores: no pasan por mis oidos, pero llegan a mi cerebro. Siguiendo esta misteriosa manera de comunicación le exclamo: –Pero, no todo es así. Mi vida asi como la vez, hace meses era totalmente diferente. Tenía casa, auto, trabajo, una bellisima mujer a mi lado. Es con ella que no puedo cumplir lo que vos me reclamás. No todo se puede en la vida y hay cosas que uno no puede manejar. No la encuentro, por ningún lado. Estoy solo, perdi a quienes me ayudaban a buscarla. Perdí mis medios para buscarla. Sin ella, perdí todo. Y lamento estar descubriendo que las ganas estoy perdiendo. No la encuentro. Un suave aleteo siento en el hombro. La paloma se mueve, pero no se va. Se queda aquí, en mi hombro. Comé, me dijo. Lo hago sin dudar, ya mis sentidos podrían ser controlados por el manipulador menos hábil. Mastico, trago. Siento. Cosas extranas, preciento. Mi panza ya no hace ruido. Mis ojos no se caen de cansancio, mis manos estan limpias, igual que mi cabello. Ahora no me siento cansado. Podría seguir buscandola, me siento habil de buscarla por todo Africa, Europa, completa América, de arriba abajo. Todo el planeta podría recorrer. Pero el tiempo no es mi amigo, no ahora. Debo encontrarla cuanto antes. –¿Dónde esta pequeña paloma? Decime, no la encuentro por ningún lado. Y la necesito más que nunca. La extraño y seguro ella me extraña a mi. Ése es mi deber: encontrarla. Los ojos de aquella paloma cabiaron de repente mientras hablaba. Me estan dando una sencación de ternura. La paloma me mira fijamente. Sus ojitos humedecidos y bien abiertos me expresan amor, si. Me hicieron recordar a los ojos de… No puede ser. –Ya cumpliste con tu deber… me dijo. –Ahora sigue con tu vida. Solo me quedé mudo, –Ya me encontraste. Como verás estoy bien. Yo tambien tenía un deber por eso estoy acá. Acabo de cumplirlo y ahora debo regresar. –¿Regresar a donde? –Ya lo sabras. Creeme. Y ayudame, volvé a ser quien eras antes. Seguí con tu vida, no me olvidés, pero no olvidés tampoco quien eras. –Pero sin vos, yo no puedo. –Si podés, ahora podés pensar que yo estoy bien, estoy en un lugar seguro, muy tranquilo, el cual vas a conocer algún día, y volveremos a estar juntos de nuevo. Creeme. –Te extrañe mucho. –Lo se, yo tambien a vos, llevame siempre en tu corazón, es ahí donde se fijan luego, aquí en donde vivo, para llevarte hacia donde esté yo. Prometemeló. ­–Te lo prometo, te amo. –Yo también, me tengo que ir. Ya es hora. Adios. Sus alas cambiaron mientras hablaba, son blancas ahora, y un poco mas grandes. Ya no es una paloma, es élla. Pero se desvanece, se va a su casa, que pronto será nuestra casa. La seguiré extrañando todo este tiempo pero viviré con la esperanza indiscutible de que la volveré a ver, esta vez eternamente. –Adios, y gracias por buscarme. Me dijo Con lágrimas en los ojos, igual que en los de ella, le contesté. –Adios. Y gracias por devolverme la vida, nuevamente. Nos vemos querida. Desaparece lentamente, su cara demuestra satifacción, la mia debe estar igual. La noche deja de ser noche lentamente sobre este lugar. Lo mismo pasa con mi vida, la fe es mi motor, y mis grandes ganas de vivir son la alegria de ella, que me espera pacientemente.

FIN
Por Sergio Sebastián Mallea

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